01.07.2025
01.07.2025

Bitcoin como cambio generacional: Por qué la Generación Z opta por ignorar el sistema

Bitcoin como cambio generacional: Por qué la Generación Z opta por ignorar el sistema Cómo Bitcoin se está convirtiendo en la base de un nuevo contrato social

¿Puede el modelo económico actual seguir ofreciendo algo en lo que los jóvenes puedan creer de verdad? ¿Queda espacio para la confianza en el Estado, las instituciones y los bancos centrales cuando las grandes promesas -estabilidad, prosperidad, movilidad social- siguen resultando ser sólo eso: promesas?

Mientras las generaciones mayores luchan por preservar el sistema, las más jóvenes simplemente pasan de él. Para gran parte de la Generación Z, el sistema financiero, la política monetaria controlada por el Estado e incluso la idea misma de estabilidad centralizada parecen reliquias de una época pasada. Pero no se trata de una rebelión ni de un rechazo romántico, sino de la búsqueda de otro tipo de arquitectura. Una arquitectura digital, más racional y autodirigida. Y la herramienta, o quizá el salvavidas, para construir esa nueva realidad es el Bitcoin.

En un mundo en el que los mañanas garantizados desaparecieron junto con los trabajos estables, las pensiones fiables y la confianza en las noticias, los jóvenes no están intentando arreglar el sistema. Están construyendo uno nuevo, digital, descentralizado y voluntario.

Donde el mundo centralizado empieza a resquebrajarse

Una de las voces más claras que articulan este cambio es la del estratega de mercado Jordi Visser. En un podcast reciente con el criptoemprendedor Anthony Pompliano, argumentó que cuanto más se enfadan los ciudadanos por la injusticia económica, más agresivamente imprimen dinero los gobiernos para calmar el malestar. Según él, este modelo no hace más que aumentar la desconfianza de la población y alimentar el atractivo de alternativas descentralizadas como Bitcoin.

Cuando el Estado actúa cada vez más como actor y árbitro, y la expansión monetaria sustituye a la estrategia a largo plazo, las generaciones más jóvenes empiezan a buscar alternativas. No por moda, sino por necesidad. Sus cuentas, sus ahorros y su futuro se han convertido en una garantía.

Un sistema centralizado exige confianza. Pero la confianza es un recurso que la Generación Z ya no da gratuitamente. Bitcoin no promete nada, salvo una escasez matemáticamente garantizada. Y en un mundo en el que hasta el tiempo parece inestable, esa promesa es extrañamente tranquilizadora.

Una brecha generacional en el dinero

Este creciente escepticismo ya se refleja en los mercados financieros. El índice del dólar estadounidense (DXY), que mide la fortaleza del dólar frente a una cesta de divisas principales, cayó recientemente a su nivel más bajo en tres años. Los mercados están enviando un mensaje: la confianza en la moneda fiduciaria no sólo está desapareciendo en teoría, sino en la práctica.

Para las generaciones anteriores, la moneda fiduciaria significaba fiabilidad. Estaba respaldada por el poder del Estado, el crecimiento económico y la autoridad institucional. En sus mentes, el dólar representaba el poder adquisitivo, las pensiones, la capacidad de ahorrar y transmitir la riqueza. Representaba la estabilidad tras las guerras, el progreso tecnológico y el dominio mundial de Estados Unidos.

La Generación Z ve algo totalmente distinto: inflación crónica, desigualdad creciente, erosión del valor del trabajo y, sobre todo, una espiral de deuda pública fuera de control. El mero hecho de que los países estén estableciendo reservas nacionales de Bitcoin -para cubrir la deuda soberana o preservar la independencia monetaria- marca un claro cambio en la narrativa. Cuando el emisor de la moneda de reserva mundial debe mantener un déficit comercial constante sólo para proveer al mundo de dólares, la credibilidad a largo plazo empieza a resquebrajarse.

Esta contradicción estructural -entre el papel global del dólar y la carga de la deuda interna- está dirigiendo más la atención hacia alternativas con una oferta fija. Bitcoin no es atractivo porque sea perfecto. Es atractivo porque la inflación no está escrita en su código. El dólar, antaño un símbolo de fortaleza, parece ahora una herramienta desgastada que sigue funcionando por inercia.

Bitcoin como eje de la nueva autonomía

En muchos países donde guardar dinero en un banco es un riesgo -y enviarlo al extranjero un delito- Bitcoin se ha convertido ya en un medio de preservar no sólo la riqueza, sino la dignidad. Uno de los ejemplos más claros es el de Venezuela en la última década: a medida que la moneda local perdía valor semana a semana y el gobierno tomaba medidas drásticas contra el cambio y los controles de capital, miles de personas recurrieron a Bitcoin como única forma de proteger lo que tenían o recibir dinero del extranjero.Aquí es donde el valor real de Bitcoin se pone de manifiesto: permite a los individuos existir fuera del alcance del control estatal.

Conclusión

Para la generación más joven, Bitcoin no es "comprar la caída" o sincronizar el mercado. Se trata de poseer algo que no desaparece cuando cambia la política. Se trata de una autonomía mínima, pero real. Y se trata de responsabilidad: por la custodia, por las decisiones, por el riesgo.

Ese es el cambio más profundo: en un mundo que cada vez se siente más controlado y gestionado, Bitcoin sigue siendo la única moneda que realmente puedes llamar tuya. No es un desafío al Estado, es una demanda silenciosa de algo que no te pueden quitar.

Para algunos, Bitcoin es sólo código. Para otros, es el comienzo de su propia economía.

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